Las relaciones con el otro nos brindan oportunidades. Oportunidades de todo tipo.
Si no soy consciente de mi herida, toda relación es una oportunidad de venganza. Porque ese dolor, que se generó en otro tiempo, lo vamos a proyectar en un otro más presente (en la pareja, en los hijos, amigos, jefes...) y, de manera repetitiva, mis conductas y reflejos estarán cortados por el mismo patrón.
Basándote en la culpa hacia el otro, en el juicio, en la exigencia, en la presión, o en la inadecuación de sus actos según tu visión, coserás tu disfraz y se armará tu coraza. Así alejarás el foco de ti. Con tal de no mirar eso que duele, lo que sea.
Si además el otro también evita el contacto y se vincula desde su miedo, la relación se convierte en un baile de máscaras, en un carnaval, y la "comunicación" se dará de personaje a personaje.
Pero esta fiesta es de poco recorrido. Porque relacionarse desde el caparazón es muy complicado; nos conecta con la frustración y no favorece la intimidad, ni la profundidad del vínculo.
En cambio, si tomas consciencia de lo que ocurre en tu mundo interno, el contacto se torna poderoso, auténtico y aparece más clara la intención o la motivación de reparación. Mi contacto con el otro, ahora sí, puede ser una oportunidad de sanación. Una oportunidad para re-conocerme a través del vínculo, para abrirme de verdad a eso que duele y que se activa estando en relación.
Y aquí lo difícil: reunir la compasión y la calma suficientes para abrazar esto que te pasa. Empezar, desde la humildad, a despojarte de tu capa. Y esto no es fácil porque este disfraz sirvió de mucho. Hablamos de que en algún momento nos salvó la vida. Abandonarlo es un reto enorme y como poco se merece un ritual.

Comments